En 2017, los caminos de Miguel Ángel Russo y el Junior de Barranquilla estuvieron a punto de unirse. El técnico argentino, campeón de la Copa Libertadores con Boca Juniors en 2007 y de la liga argentina con Vélez Sarsfield en 2005, fue el elegido por Fuad Char para asumir las riendas del conjunto rojiblanco tras la salida de Giovanni Hernández. Sin embargo, una serie de decisiones internas cambiaron el rumbo del equipo y terminaron marcando el destino de ambas partes.

Luego de más de un año sin dirigir, Russo entabló conversaciones directas con Fuad Char, máximo dirigente del Junior, quien buscaba un entrenador de renombre que devolviera el protagonismo al equipo barranquillero. Los diálogos avanzaron rápidamente y, según fuentes cercanas, existía un principio de acuerdo para su llegada. El argentino incluso tenía sobre la mesa una oferta cercana al millón de dólares por temporada.

Pero a finales de 2016 apareció un nuevo nombre en el radar: Alberto Gamero, técnico samario que acababa de disputar la final del fútbol colombiano con Deportes Tolima. Su conocimiento del medio, junto con un costo más bajo que el de Russo, hicieron que Antonio Char —hijo de Fuad— y otros allegados al club convencieran al patriarca de cambiar de decisión.

“Mejor tráete a Gamero, que es más barato y es de acá”, le habrían dicho, según reveló el propio Fuad Char meses después en una conversación informal con periodistas. Así, Junior desistió de Russo y apostó por Gamero, quien fue presentado oficialmente tras finalizar su vínculo con Tolima.

El desenlace no fue el esperado: Gamero solo duró dos meses al frente del Junior, siendo destituido tras una derrota ante Jaguares y dejando al equipo fuera de la Copa Libertadores. Mientras tanto, Miguel Ángel Russo firmaba con Millonarios y, al final de 2017, lograba la estrella 16 para el conjunto embajador, además de conquistar la Superliga al año siguiente.

Tras aquel fracaso, Junior recurrió nuevamente a un viejo conocido: Julio Comesaña, quien asumiría por séptima vez la dirección técnica del equipo. La historia dejó una lección clara: a veces, las decisiones tomadas por conveniencia económica pueden cambiar el rumbo de toda una institución.